Difícil no encontrar en casa algún producto que la contenga. Lo mismo sirve para curar heridas que para cuidar tu piel o aliñar tu ensalada. Sus milagrosas cualidades la han convertido en la estrella de las plantas.
También conocida como sábila, el aloe vera es una planta perenne con más de doscientas variedades. La más común de todas ellas es el Aloe barbadensis que, a su vez, tiene tres tipos: miller, humilis y mitriformis.
Sus gruesas y alargadas hojas pueden alcanzar los 50 cm de largo y los 7 cm de grosor, confiriéndole un peculiar aspecto que la ha hecho frecuente en jardines y macetas como planta decorativa. No obstante, si por algo se ha hecho popular el aloe vera es por sus numerosas aplicaciones medicinales (cicatrizante, antiinflamatorio, laxante…) y sus posibilidades de uso en tratamientos y productos de belleza (antienvejecimientio, regenerador celular…).
Dónde encontrar aloe vera
Originariamente el aloe vera se cultivaba en África, Madagascar y en ciertos lugares de Asia. Hoy en día podemos encontrarla en zonas en las que habitualmente hay un clima cálido y seco (de hecho se cultiva mucho en las Islas Canarias), puesto que esta planta no necesita demasiada agua y tampoco resiste temperaturas inferiores a 10ºC.
Precisamente, su alta resistencia es lo que permite que pueda cultivarse en cualquier hogar sin necesidad de realizar cuidados especiales, salvo ubicarla en un lugar bastante soleado y protegerla del frío en invierno.
Composición del aloe vera
El aloe vera está presente en numerosos productos destinados tanto para la salud como para la belleza. Esto se debe a su composición, rica en resinas protectoras, vitaminas, aminoácidos, proteínas, polisacáridos, enzimas, minerales y otros oligoelementos como el germanio, altamente beneficioso para la salud.
Dentro de su compleja composición encontramos:
- Vitaminas como, por ejemplo, la provitamina A (betacaroteno), la vitamina C (ácido ascórbico), la vitamina B2 (riboflavina) o el ácido fólico.
- Minerales (calcio, magnesio, hierro o potasio).
- Aminoácidos esenciales y no esenciales (ácido glutamínico, leucina, ácido aspártico, tirosina o histidina, entre otros).
- Monosacáridos y polisacáridos como la celulosa, la glucosa, el glucamanano o la fructosa.
- Antraquinonas, principalmente aloína (ácido crisofánico). Este componente es precisamente el que permite que actúen los demás agentes puesto que facilita su penetración.
- Otras sustancias como oxidasa, lignina o saponinas.